Comprender el por qué de nuestra existencia nos acerca más a nuestra felicidad.
Si entendemos que nuestra alma, es como un gran ordenador (el akasha) en el que se recogen todas nuestras vivencias en distintas vidas, podemos comprender nuestra existencia y darle un sentido.
Cuando no tenemos cuerpo físico, elegimos nacer en una familia, sociedad y época determinada. Elegimos, también, qué dones dispondremos y cuál será nuestra estancia con ese cuerpo.
Ponemos a prueba nuestra existencia, para experimentar desde esa experiencia, desde esa perspectiva.
Nuestras pruebas serán nuestras trabas, esos obstáculos que afianzaran más nuestra existencia.
El bien y el mal es otra de las ilusiones de nuestra existencia en el cuerpo físico. Lo que está bien hoy, pudo no estarlo ayer y puede no estarlo mañana. Un ejemplo claro, sería, el concepto de decoro de ahora, en comparación a principios de siglo XX, hoy vamos a una playa Europea o Americana y nadie se escandaliza de que vayamos casi/o desnudos, es lo normal, hoy, pero no lo era a principios de siglo XX, hubiera sido un escándalo, como lo es hoy en alguna playa mulsumana.
Así que nuestro propósito de vida, no se basa en el bien y el mal y el concepto de “deuda kármica” tampoco es un castigo a otras vidas.
Simplemente nacemos con unos dones para poder experimentar con ellos. Nuestras trabas serán pruebas en nuestro camino. Un claro ejemplo sería, nacer para practicar La Paz y elegimos nacer en una familia “guerrera”, durante tiempo nos podemos sentir débiles o desubicados, pero si entendemos que nuestra naturaleza es esa y nuestra familia es nuestro contrapunto, la que nos aportará la fuerza, todo encaja y todo fluye desde el amor.
No olvidemos que es nuestro proyecto, podemos elegir nacer en la pobreza, o en la riqueza, o vivir ambas experiencias. Podemos ser líderes o racionales, o sensibles y además podemos complicarlo con cosas, en apariencia, incompatibles. Pero elegimos y dejarnos llevar por esos dones nos dará La Paz.
Yo nací para vivir en armonía, no era consciente de ello. Tenía unos amigos hace años, que eran la típica pareja que se pelean casi a diario, que casi a diario cortaban y siempre definitivamente y que se reconcilian casi con cohetes y fiesta. Todo a lo grande, las peleas, las reconciliaciones, contarlo… era como un peliculón. Al principio yo intentaba mediar, para eso había nacido, creía que “ayudaba” pues se reconciliaban, luego me alejé un poco, porque me desgastaba mucho.En una ruptura de esas (llevaban varias semanas así) ella me confesó que añoraba las peleas. Y él me dijo lo mismo. Me quedé desconcertada, para mi forma de ser, era inexplicable, hoy lo entiendo perfectamente y me ha dado perspectiva.
También nací para ayudar, pero hoy he aprendido que la ayuda, solo se puede dar cuándo se pide y desde los dones de la persona que te lo pide, no desde los nuestros.
Mucha gente me pregunta cómo reconocer estos dones?. Es fácil, lo que nos hace feliz, lo que nos da satisfacción, eso es activar nuestro don.
Si nacimos para sentir, necesitamos sentir, aunque sea desde el dolor. Si nacimos para la guerra, nos hace feliz guerrear, Si nacimos líderes nos hace feliz tomar la dirección. Si nacimos para ayudar nos hace feliz ayudar. Y así con mil matices y combinaciones.